
Y el sol salió, así… Como cada 11 de enero, optimista para unos, feliz para otros, renovado para unos cuantos más, pero cansado también para esos que como yo seguían pagando las cuentas pendientes con la inconsciencia decembrina, y allí estaba, un día más, un nuevo comienzo, una nueva batalla, o tal vez la misma de todos los días, pero con la fuerza, con la energía, de un renacer…
Hoy, algo pasaba, algo se sentía, hoy era distinto, algo bastante complejo de descifrar, pero que indudablemente, me contaba que este día, algo estaba por cambiar. Los minutos se fueron, pasaron, unos más largos otros más efímeros, unos más sublimes, y otros más reveladores su destino fue el mismo, nacer y morir en la víspera de lo esperado pero que jamás podrían vivir.
Los vientos hablaban, traían ese dejo de dolor, ese que viene con el pesar de las despedidas.
El atardecer, triste y cabizbajo, nostálgico y sin aromas, había llegado la luna, esa que solo miraba entre lagrimas resignadas, a presagio de aquella noche, entre pálidas nubes, entre tímidas estrellas, entre brisas pesarosas, incluso entre mi complicidad, entre mi duelo…
Aquellas cuatro palabras, aquellas cuatro dagas, aquellas cuatro razones para entender que ya no tenía caso la esperanza…”hoy tenemos que hablar”. Poco o nada podía quedar sin entender, en aquel tono, en aquella expresión, en aquella fuerza, en semejante determinación.
Así se pasearon en su concierto de halagos, de excusas, de agradecimientos, de recuerdos, de momentos, de exculpaciones y de amor, de un ayer, que simplemente ya no era hoy, y jamás seria mañana, allí murió, solo, sin salvación, sin mí, una vida, una ilusión, un amor que por negarse a cambiar, a dejar de ser lo que era, prefirió ser más sensato y morir… De mas están los detalles, esta vez solo hablare de mi, de eso que yo sentí, de ese, mi momento, de ser testigo, de ser juez y parte, de ser víctima y verdugo.
Tal vez no pueda saber jamás eso que el sintió, jamás podre imaginar cuanto a ella pudo haberle dolido, la vida me dio un lugar, la vida me ha llamado TIEMPO… y habría ella pensado en mi? Pudo el tomarme en cuenta? Y soy yo el culpable? O mi existencia les fue inútil?...
Y serán felices, o tal vez no, mi lugar desde hoy será otro, por primera vez creo sentir, como duele morir, yo inmortal verdugo, sentí el dolor de la muerte, sentí el dolor del adiós, de la impotencia, y de entender como el destino poco sabe de conciencia, poco entiende de memorias.
Soy tiempo y como tiempo me marcho, voy de prisa, soy agonía y letargo, y he sido mi propia víctima, no pude hacer nada por él, ni por ella, no pude hacer nada por mi… los he visto llorar, los vi morir, pero también allí, justo allí los he visto volver a nacer, nuevos, libres… solos, seguirán conmigo, yo seguiré con ellos, hasta siempre, jamás podre separarme de lo que son, de lo que serán, pero muy especialmente de lo que, de lo que hicieron de mi, de lo que pude haber hecho por ellos, de lo eterno…
Hoy, algo pasaba, algo se sentía, hoy era distinto, algo bastante complejo de descifrar, pero que indudablemente, me contaba que este día, algo estaba por cambiar. Los minutos se fueron, pasaron, unos más largos otros más efímeros, unos más sublimes, y otros más reveladores su destino fue el mismo, nacer y morir en la víspera de lo esperado pero que jamás podrían vivir.
Los vientos hablaban, traían ese dejo de dolor, ese que viene con el pesar de las despedidas.
El atardecer, triste y cabizbajo, nostálgico y sin aromas, había llegado la luna, esa que solo miraba entre lagrimas resignadas, a presagio de aquella noche, entre pálidas nubes, entre tímidas estrellas, entre brisas pesarosas, incluso entre mi complicidad, entre mi duelo…
Aquellas cuatro palabras, aquellas cuatro dagas, aquellas cuatro razones para entender que ya no tenía caso la esperanza…”hoy tenemos que hablar”. Poco o nada podía quedar sin entender, en aquel tono, en aquella expresión, en aquella fuerza, en semejante determinación.
Así se pasearon en su concierto de halagos, de excusas, de agradecimientos, de recuerdos, de momentos, de exculpaciones y de amor, de un ayer, que simplemente ya no era hoy, y jamás seria mañana, allí murió, solo, sin salvación, sin mí, una vida, una ilusión, un amor que por negarse a cambiar, a dejar de ser lo que era, prefirió ser más sensato y morir… De mas están los detalles, esta vez solo hablare de mi, de eso que yo sentí, de ese, mi momento, de ser testigo, de ser juez y parte, de ser víctima y verdugo.
Tal vez no pueda saber jamás eso que el sintió, jamás podre imaginar cuanto a ella pudo haberle dolido, la vida me dio un lugar, la vida me ha llamado TIEMPO… y habría ella pensado en mi? Pudo el tomarme en cuenta? Y soy yo el culpable? O mi existencia les fue inútil?...
Y serán felices, o tal vez no, mi lugar desde hoy será otro, por primera vez creo sentir, como duele morir, yo inmortal verdugo, sentí el dolor de la muerte, sentí el dolor del adiós, de la impotencia, y de entender como el destino poco sabe de conciencia, poco entiende de memorias.
Soy tiempo y como tiempo me marcho, voy de prisa, soy agonía y letargo, y he sido mi propia víctima, no pude hacer nada por él, ni por ella, no pude hacer nada por mi… los he visto llorar, los vi morir, pero también allí, justo allí los he visto volver a nacer, nuevos, libres… solos, seguirán conmigo, yo seguiré con ellos, hasta siempre, jamás podre separarme de lo que son, de lo que serán, pero muy especialmente de lo que, de lo que hicieron de mi, de lo que pude haber hecho por ellos, de lo eterno…
SEÑOR TIEMPO